Como sucede con el largometraje saudita “Wadjda”, conocida en occidente como “La
bicicleta verde”. El ser filmada en Arabia Saudita ya tiene un merito, pero éste
es mayor cuando nos damos cuenta de que su directora es una mujer: Haifaa Al
Mansour. Este simple hecho la hace importante, al grado de que pasará la historia del cine
internacional.
“Wadjda” es una ventana al mundo islámico desde la
perspectiva femenina, que si bien no es una historia innovadora, sí es una cinta valiente en la que Al Mansour
nos cuenta, a través de la visión de de una niña de 10 años, como se vive en
una sociedad conservadora, en la que no se ajusta y contrario a la mayoría de
sus compañeras de clase e incluso maestras y familia, rompe con muchas de las
limitantes impuestas por el simple hecho de ser mujer, como el deseo de tener y
montar una bicicleta verde, de la cual se enamoro en el preciso instante que la
vio.
La trama es sencilla: Wadjda es una niña de clase social
media-alta, hija única, a la que poco le importa cubrirse el rostro y convive con su vecino de la misma edad , quien
tiene una bicicleta. Al jugar con él y perder siempre en las carreras, Wadjda
se propone obtener una bicicleta verde que vio un día camino a casa y así retarlo
a una carrera. Su deseo es mal visto tanto por su madre como por sus
profesoras, quienes le dicen que una niña debe cuidar su dignidad y honor y es
por ello que las mujeres tienen prohibido montar bicicleta, ya que “no son un juguete para niñas” porque pueden perder su virginidad. Pero la protagonista ,
como bien dice su madre en una escena: “cuando te propones algo, lo
logras”, no se detiene ante las
limitantes y se vale de un concurso de recital del Corán que organiza su
colegio para obtener el dinero necesario y así comprar su bicicleta verde.
A lo largo de la cinta, su directora denuncia de una forma
sutil los prácticamente nulos derechos de la mujer en sociedades
islámicas, en las que a pesar de estar
cubiertas de pies a cabeza son objeto de insinuaciones vulgares por parte de
los hombres, en donde una niña de 10 u
11 años no puede hacer amistad con un niño de su edad pero está bien visto
casarse con alguien que le dobla la edad. O peor aún, es válido casarse con
otra mujer por el simple hecho de que la primera “no puede darle un hijo
varón”.
Visualmente, la cinta tiene una fotografía sencilla pero muy
prolija, basada principalmente el tonos cálidos que contrastan enormemente con la frialdad de varios momentos claves de
la historia equilibrándola con tonalidades verdes. La secuencia se mantiene; no
hay escenas fuera de lugar. Aunque por momentos el ritmo de la película es
lento, es el contexto lo que nos hace
trasladarnos hasta aquellas tierras y sentir empatía por Wadjda y su madre. Entonces caemos en cuenta de que nuestra realidad es
muy distinta a la realidad de las mujeres del islam.
Cuando la película termina, saltan entonces las dudas ¿por
qué? ¿Cuándo cambiara esto? ¿A pesar de
ser occidente, no estamos viviendo algo similar pero en otro contexto y no nos
hemos dado cuenta? Aunque también deja una lección importante: Wadjda todo el tiempo
declaraba que esa bicicleta era de ella, lo creía y usó lo que la frenaba a favor de lo que quería lograr y así iniciar
un gran cambio en su entorno. También puede inspirarnos a nosotros, sobre todo
cuando nos enteramos de que la historia está basada en un hecho real.
Ruth Villela
Twitter: @Selhaah
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