Y después de 76 años se acabó el monopolio petrolero...
Esta es la lectura que se le puede dar a la aprobación de la ley de hidrocarburos como parte de la legislación secundaria de la tan polémica y comentada reforma energética, y la discusión seguramente se enfocará en los efectos que tendrá la mencionada reforma a nivel comercial, sin contar las fatuas discusiones que se darán en el terreno simple de la vulgarización temática por ignorancia y falta de información.
A nosotros nos gustaría abordar otro tema: el duro golpe a Carlos Romero Deschamps, líder del sindicato petrolero, que surge a partir de esta legislación.
Dentro del marco legal incluido en la recién aprobada reforma, capitales extranjeros podrán intervenir en la comercialización de combustible, extracción del hidrocarburo y transportación de los mismos -entre otros rubros- sin embargo es este último el que más afectará al líder petrolero.
No es secreto de nadie que dentro del monopolio de los combustibles, Pemex designaba de manera autónoma, dentro del marco legal que lo regía, en caso de no poder abastecer a cabalidad un servicio de manera interna, a prestadores de servicios que pudieran complementar la labor pendiente.
De este modo, varias empresas presuntamente ligadas al también senador Carlos Romero Deschamps, son presumiblemente asignadas de manera directa para prestar estos servicios a la paraestatal, contribuyendo al millonario negocio que representa no solamente el hidrocarburo, sino su manejo, transportación y abastecimiento.
Cuando la nueva legislación permite a otros capitales privados, nacionales y extranjeros incursionar a este terreno, como arena entre las manos, se le va a Romero un negocio multimillonario, aunque no por completo, ya que Pemex podrá seguir asignando a estas compañías los servicios complementarios como hasta hoy.
Sin embargo el mensaje es claro; y es el mismo desde la captura de Elba Esther Gordillo: no puede existir un personaje más alto, más poderoso o con más prerrogativas que aquél que está en la cumbre. Y es que para que la ley pasara, el mismo Romero tuvo que votar a favor de ella, a pesar de ver cómo se esfumaba una pila de billetes que consistentemente se venía acumulando a su favor.
Romero pudo haber votado en contra, sin embargo la mayoría no sólo fue apabullante, sino que alineó al PAN, al Verde, y al PRI en la misma postura, contra una izquierda que poco pudo hacer para meter la mano.
De este modo, se le ha quitado más que un pelo a un gato, tal vez un ojo de la cara, dejando claro una vez más: el que manda, es el que manda.
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