jueves, 30 de octubre de 2014

Perdidos



Cuando este texto se publique habrán pasado 1 mes y dos días desde el día más negro –o rojo- en la historia de nuestro país en el presente siglo. 

Hay algo peor que la masacre ocurrida en las calles de Iguala, y eso es sencillamente que hoy no tenemos certidumbre de la mayoría de la información que se ha derivado del tristísimo 26 de septiembre.

Dos decenas de policías, y más dos docenas de presuntos delincuentes relacionados con el caso han sido aprehendidos pero aparentemente ninguno de ellos sabe darnos razón de si los 43 estudiantes desaparecidos ciertamente viven o ciertamente mueren.

Aún no sabemos los nombres y las razones por las que existían tres fosas clandestinas repletas de cuerpos y aún desconocemos las identidades y los motivos por los que esos cuerpos fueron dejados ahí. 

No sabemos si José Luis Abarca y su esposa fueron realmente detenidos como mencionan algunos medios. Y mucho menos sabemos si la sustitución de Ángel Aguirre al frente de la gubernatura del estado de Guerrero realmente ayudará a esclarecer el caso.

No sabemos por qué ni un solo miembro del Gabinete del Gobierno Federal se ha acercado a las familias de los afectados para brindarles atención cercana cuando sin duda el caso de los normalistas de Ayotzinapa sea quizá la crisis de imagen más fuerte que ha enfrentado la administración en turno

Lo único que queda claro es que los lamentables sucesos del pasado 26 de Septiembre en Iguala se ha convertido más en un botín políticos o piedra de ataque –según sea el caso- para partidos y personajes de la escena política nacional.

Es muy importante, y lo dijimos en este mismo diario, saber por qué el PRD permitió presentar la candidatura de un José Luis Abarca que ya era conocido por sus nexos con la delincuencia y si AMLO o cualquier otro personaje de la izquierda se hizo de la vista gorda ante esta realidad pero catalogar al caso Iguala como un fracaso “exclusivo” de la izquierda en México nos sitúa muy lejos de la relidad.

El fracaso es para el país completo, para su tejido social, para cada individuo y para una sociedad tan polarizada como polarizado está el momento en el que un joven aparece ensangrentado y sin rostro en la calle y en el que días después un político, sin importar que haya sido maestro, recibe su nuevo cargo como gobernador con una sonrisa en el rostro.

El verdadero fracaso radica en que hoy, a 32 días de la matanza y la desaparición de unos jóvenes que hasta hoy no se ha probado si estaban o no ligados con el narco, no sepamos absolutamente nada más que el propio relato de los hechos, en pocas palabras, que estemos perdidos.

Pero más perdidos aún, cuando lo único que se puede palpar como resultado de los tristísimos hechos es un botín político o una pedrada, es entonces cuando somos aún más dignos de conmiseración.

Vale la pena mirar las circunstancias, su contexto y sus efectos, tenemos que asegurarnos que Iguala no vuelva a pasar; pero no perdamos de vista lo más importante: tenemos que saber la verdad, porque un pueblo que no aprende de su historia, siempre estará condenado a repetirla.

Por: Orson Ge
Twitter: @orsonjpg

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