miércoles, 5 de noviembre de 2014

Culpabilidad y culpa

Cayó la bomba informativa que tenía que caer; José Luis Abarca fue finalmente aprehendido en un pequeño rincón del Estado de México.

¿Y ahora qué sigue en el caso Ayotzinapa?

Puede que no mucho, puede que todo.

Decimos esto, porque a la luz de lo ocurrido las últimas 3 semanas, en lo que ha sido el momento más crítico en la percepción de la actual administración, puede ser que la información que se desprenda a partir de la detención de Abarca y su esposa llegue muy a cuentagotas a la opinión pública, en aras, tal vez, de continuar las investigaciones para dar con más responsables de la desaparición –porque hasta ahora sólo podemos hablar de eso, desaparición- de los 43 normalistas de Ayotzinapa, los cuales no sabríamos siquiera que fueron atacados por fuerzas del orden local de Iguala si no fuera por el relato de los pocos jóvenes que sí pudieron escapar.

La aprehensión de Abarca y María de los Ángeles Pineda era de suma importancia en el armado del caso para dar con los responsables definitivos de la desaparición de los normalistas y tener algún dejo de certidumbre acerca de su destino o su paradero, sin embargo no es la pieza final de este rompecabezas que no comienza aún a armarse.

Si hubo un elemento innegable de evidencia de la responsabilidad parcial –por lo menos- de Abarca en los hechos del 26 de septiembre pasado, fue justo su desaparición, posterior a su controversialmente otorgada petición de licencia. No podemos olvidar que en diversos medios, el ex edil mencionó que mientras la agresión y el “levantón” se llevaban a cabo, él se encontraba o bien en un baile o en unos tacos con sus hijos, tratando de esquivar su participación, por lo menos, en la toma de decisión del asunto.

Abarca evidentemente mentía, sin embargo ahora, es muy probable que la verdad salga a la luz. 

Pero esto no es garantía de que esta verdad salga al dominio público, en realidad es muy poco probable que en lo inmediato tengamos conocimiento de lo que realmente sucedió con los normalistas de Ayotzinapa.

La noticia es verdaderamente positiva porque empiezan a aparecer los responsables de que aquella triste página se escribiera en la historia del ya de por sí nutrido volumen de la violencia del compendio nacional, y seguro vendrán cayendo los culpables.

Pero esto en nada aliviará, por lo menos en el corto plazo, la angustia de los padres de los jóvenes desaparecidos, hasta que Abarca revele, si es que sabe, qué fue lo que realmente sucedió con los normalistas.

Poco a poco van cayendo los culpables, sin embargo esto no ha sido, por lo menos hasta ahora, razón de alivio para quienes están sumidos en el total desconocimiento de las razones, las acciones, y las consecuencias que se desprenden del ataque a los de Ayotzinapa, simplemente porque ninguna información útil, cierta o por lo menos vinculatoria ha salido de estas detenciones, de lo que podamos presumir conocimiento.

En el mejor de los deseos, el tener a todos los culpables nos llevará a una construcción previa de los porqués que aún ignoramos, de las acciones que desconocemos y de las consecuencias que veremos, pero eso apenas será la mitad del camino.

Faltará, para tener el cuadro completo, que también sepamos identificar las culpas, y no sólo los culpables, para que en un ejercicio de memoria, de responsabilidad, y de miras a tener un mejor futuro en nuestro país, podamos ver las raíces de este caótico árbol del desastre, y podamos ver con qué agua lo alimentamos, para que creciera y llegara tan alto, pero lo más importante: que con el hacha del repudio, sepamos cortarlo en pedazos, quemarlo en el vivo fuego del juicio y que tal vez, en el más indeseable de los sacrificios, mandemos el humo del incendio hacia el cielo como ofrenda al México del futuro.

De ahí la importancia de no sólo dar con los culpables, sino ir más allá, y dar con la culpa; darle vuelta a la página y no olvidarla jamás.

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