viernes, 10 de octubre de 2014

¿Por qué?, ¿por qué?, ¿por qué?

Fotografía: Animal Político
Pasan los días desde aquella triste jornada entre el 26 y 27 de septiembre, y aunque ya existen más de 30 detenidos, 4 fosas descubiertas y algunos de los protagonistas han dado ya sus testimonios, parece que mientras más sabemos de lo sucedido, menos certidumbre tenemos acerca de lo que pasó: versiones van y versiones vienen; y a más respuestas, más preguntas.

Por distintos medios, especialmente los electrónicos, la información corre incesantemente, casi en una vorágine que en su raudal ha destrozado la lógica de cualquier mente ante una realidad como la que se vive hoy en Iguala, donde tenemos 43 normalistas desaparecidos, todos ellos con una familia detrás que lejos de exigir justicia, clama porque sus muchachos les sean devueltos, partidos políticos tratando de deslindarse o sacar botín según sea el caso, y por ende una sociedad nacional confundida y deseosa de que entre al escenario un portador de la verdad que responda las preguntas que darían fin a la incertidumbre.

Aún así, hay tres preguntas que debemos hacernos, tres preguntas que deben ser aclaradas, tres preguntas que no podemos olvidar hasta que sean cabalmente respondidas:

¿Por qué a los normalistas?

La conciencia colectiva no podrá hallar paz hasta que no exista una razón cabal, lógica -si es que la lógica cabe en este asunto- o medianamente satisfactoria que nos explique por qué un grupo de muchachos que aparentemente deseaban manifestarse en conmemoración del aniversario de la matanza del Tlatelolco, dentro de un marco de ideales políticos de su propia agenda, fue tratado con semejante agresividad, salvajismo y deshumanización al grado de convertir las calles de la tercera ciudad más importante del ya de por sí siempre emproblemado estado de Guerrero en una carnicería humana.

¿Qué temas había en su agenda que eran tan incómodos para el hasta todavía Presidente Municipal –con licencia- de Iguala? José Luis Abarca es señalado como el responsable de dar la orden de detener a los jóvenes por la misma policía municipal –quien después sería la responsable temporal de su búsqueda- para entregarlos a grupos delincuenciales quienes fueron dueños de su hasta hoy incierto destino.

No existe hasta ahora un móvil, más allá de una impune represión local, que no federal o de un ámbito mayor, que explique por qué se encaró, privó de la libertad, se asesinó y brutalizó o se desapareció a los muchachos que iban a bordo de ese camión que nunca llegó a su destino, por el contrario, encontró uno fatal.

Algunos jóvenes que lograron escapar, hoy nos pueden dar su relato de los hechos, pero ninguno nos puede dar una razón, un porqué de este crimen para el que hoy todavía batallamos en hallarle un adjetivo, ¿y quién podrá?

¿Por qué el PRD registró un candidato que era delincuente?

El deslinde era evidente, no se podía esperar otra cosa. También era evidente el grito en el cielo de los otros partidos y las estrategias reaccionarias de los partidos rivales para sacar un botín político de este asunto. Pero la realidad es que hasta hoy nadie en el PRD nos ha dicho por qué metieron a la contienda por la presidencia municipal de Iguala a un candidato, militante del partido, que tenía nexos –o por lo menos indicios de nexos- con la delincuencia organizada. 

Es un tema que va más allá de los filtros, de los principios, de los estatutos del partido y de la corresponsabilidad de un organismo que de por sí está salvando su crisis al interior. Este es un tema delicado, ya que no sólo existen los documentos, sino los actuales señalamientos de Dolores Padierna acerca de las alertas que dice haber ella misma enviado al interior del partido acerca de los dudosos nexos de Abarca. Y todavía más allá, la lamentabilísima realidad de un partido fracturado y encontrado contra sí mismo, que está más preocupado de salvar su imagen con declaraciones, que en desempeñar un trabajo eficiente y en pro del ciudadano que dice representar, cuando Jesús Zambrano tajantemente afirma que Padierna miente. 

¿Es esta una realidad exclusiva del PRD? O, ¿cuántos gobernantes con nexos dudosos tenemos ya en funciones?

Esto no exime a la autoridad electoral de su responsabilidad de evaluar el historial de los candidatos a participar en cada elección, y pone en el entramaje futuro una responsabilidad no de sobrelegislar las elecciones hacia adelante, sino de realizar un trabajo completo, eficiente y que no de pie a que una situación como estas nos vuelva a sorprender a futuro como lo fue el “michoacanazo” y lo es ahora en Guerrero.

La tercera pregunta es quizá la más dolorosa, apreciado lector, porque en este barco nos subimos todos: 

¿Por qué lo escogimos?
Cartón: La Jornada

Usted me podrá decir, cobijado por una lógica tremeda, que no votó en Iguala y que ciertamente no puso a José Luis Abarca en el poder de aquél municipio. 

Pero esta no es la primera vez que pasa que un delincuente manifiesto se pone al frente de una localidad para gobernarla, ¿qué me dice de aquél 26 de mayo de 2011 en el que no uno, sino once presidentes municipales fueron detenidos por nexos con la delincuencia?

Estos cargos, aún sin filtro de los partidos que los postularon, son de elección popular, lo que quiere decir que el electorado los pone al frente de la oficina.

Si bien la sociedad no tiene la culpa de las actividades ilícitas de estos gobernantes, sí tiene corresponsabilidad en ponerlos ahí, porque se requiere el voto del electorado para que constitucionalmente puedan asumir su cargo, y no se ha manejado, de manera oficial o no oficial, alguna versión o información que señale que estas personas llegaron por imposición o de manera ilegal a su cargo.

La responsabilidad de cruzar una boleta a favor de X o Y candidato es monumental, ya que estamos depositando en esa persona no sólo la obligación sino también la confianza de que maneje los destinos de nuestra comunidad, municipio, legislación, estado o país, según sea el caso. 

Si para nosotros es un mero trámite, un engorro, o, en el peor de los casos, una vendimia el sufragio, más vale que cambiemos la manera de verlo o terminaremos por inevitablemente ver una involución como la que muchos críticos ya diagnostican está viviendo el país. 

De más –y no por restarle importancia- está decir que el que hoy podamos salir a votar costó la sangre, la tierra, la vida, el día y la noche de nuestros antepasados, que no es para nada poca cosa que hoy podamos decidir quién estará al frente como para hacerlo ligeramente, con hartazgo o sin un pelo de información. En nosotros está –o debería estar- el castigo o la recompensa del mal y el buen gobierno.

Necesitamos respuestas, y cada responsable debe tomar su parte en ellas, el que tenga la verdad, que hable.

Twitter: @orsonjpg

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